Nuestras Firmas: Lucas Haurie

Josemi, el big data, Abramovich, el shiquenino y los embustes made in Lopera

El tackle

Lucas Haurie
18/06/2019

Procesar información, informar, dar forma. La primera función cerebral del homo sapiens, satisfechas las necesidades básicas, es saber. A eso se consagra lo más sofisticado del pensamiento humano, desde la mente privilegiada de un Aristóteles o un Hume hasta los más potentes ordenadores. ¿Dice el diccionario etimológico de Corominas algo acerca de las coincidencias significantes entre los verbos ‘ordenar’ e ‘informar’? Sí lo hizo el semiólogo Jesús González Requena en un viejo manual de Periodismo, con brillante intuición, en el que contraponía la “realidad informada” a lo “real deforme”, una especie de magma ininteligible que debía ser interpretado hasta hacerlo comprensible. Y así llegamos a eso que hoy se denomina ‘big data’, que no sino el empleo de la tecnología para digerir esa masa enorme de información hasta convertirla en pequeñas píldoras de sabiduría. En este último estadio del proceso, desde luego, vuelve a ser necesario el factor humano. “¿Nos dice el ‘big data’ si un determinado futbolista es adecuado para el Betis o para el Sevilla?”, se preguntó el venerable Serra con fingida ingenuidad. Vaya, vaya… A ver si no va a estar el tío tan desactualizado como quieren hacernos creer.

La primera lección en la formación de cualquier espía, nos lo enseñan maestros del género como John Le Carré o Ian Fleming, se consagra al procesamiento de la información que le va a llegar. Esto es, antes que nada, discernir quién está intentando engañarlo con una mentira. El rasgo más sobresaliente de una información tóxica es la profusión innecesaria de detalles, ya que el intento por envolver el embuste de respetable verosimilitud multiplica las posibilidades de cotejo (fact-checking, según la jerga del momento) por parte del oyente. El mundillo del fútbol, donde la trola campa a sus anchas, nos ofrece reveladores ejemplos. Quiso Lopera, un maravilloso fabulador, en su día colar el cuento de que el Chelsea deseaba fichar a Rivera, aquel mediocentro buenecito pero algo despendolado que se trajo para jugar la Champions. “Me ha preguntado Abramovich: ¿Cuánto costar shiquenino?” Se enterró en el adorno, pues era imposible que su interlocutor, en el supuesto de que sus conocimientos de español no le alcanzasen para construir una frase correctamente y se viese impelido a meter ese infinitivo ‘indio’, sí usase en cambio con fluidez un modismo tan local como ‘shiquenino’. Y en el caso de que Abramovich hubiese empleado el ruso o el inglés para pedir precio por Rivera, ¿qué palabra equivalente a ‘shiquenino’ existe en las lenguas de Tolstoi o Shakespeare? ¿La conoce Lopera? ¿Quizás Jimmy Sacristán? ¿Se paseaba Abramovich por los palcos con un traductor experto? Nada de eso: soltó una mentira como un castillo.

Su émulo Don Haruel, a quien tal vez nos refiramos en adelante como Don Harojote por su unción casi matrimonial a su fiel escudero Catalanza, busca en cada paso imitar a su ídolo. Lo consigue en cuestiones secundarias como los tics autoritarios o esa cargante manía de pregonar que es muy, muy, muy, muy rico, y obviaremos el análisis de las acomplejadas inseguridades que ello esconde, pero no le llega ni al tobillo en gracia e inteligencia emocional ni, ésa es la pena para el Betis, en conocimientos futbolísticos para construir el poderosísimo equipo que construyó Lopera en dos ocasiones. Sí está logrando, sin embargo, perfeccionar la técnica del embuste hasta niveles ‘loperianos’. López Catalán “es el primero que habla de Lo Celso en un chat de trabajo de la comisión deportiva”, dijo. Un rato después, por arte de birlibirloque, dice que los analistas de ‘big data’ descubren que el jugador sobre la faz de la tierra que más se parece a Fabián es, ¡tatachán!, Lo Celso. Perdió vigencia la vieja aporía del huevo y gallina, pues las generaciones venideras se preguntarán si fue antes Josemi o el ‘big data’. La por todos reconocida como primera opción, que era Rafinha, no apareció en ninguna de las transparencias de la señorita Pepis proyectadas a los periodistas y a los, he aquí otro reflejo ‘loperiano’, hinchas presentes en la sala.

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