Nuestras Firmas: Lucas Haurie

La marcha de cualquiera con uno bueno se quita

El tackle

Lucas Haurie
25/06/2019

El director deportivo Monchi disfrutó en carne propia los favores de una grada que, hace justo veinte años, aclamaba como uno de sus héroes ¡al portero Monchi! Terminaba junio de 1999 cuando ascendía el Sevilla al cabo de una promoción contra el Villarreal que fue menos emocionante que el tramo final una liga regular en la que una hinchada huérfana de ídolos se agarraba a las paradas de un chaval de San Fernando, a los goles de Olivera o a los destellos de Tsartas… era lo que había y así debía ser disfrutado. No se denuesta al cocinero que se avía con cuatro ingredientes desabridos ni se escupe en la sopa cuando de segundo se va a servir aire y de postre, nada. El director deportivo Monchi recordará que el portero Monchi se retiró aquel verano y que lo hizo en mala hora por un motivo ajeno a él: vinieron para suplirlo el guapo Valencia y el feo Rabajda, dos chicos estupendos para cualquier actividad (educados, formados, honestos, excelentes compañeros, comprometidos, simpáticos…) excepto para detener balones, vaya por Dios. Llegó luego Notario y Palop después de éste; entonces sí pareció una buena idea la retirada del portero Monchi, ya convertido en el director deportivo Monchi. (…) Hace veinte años, quería explicar, que el seis veces nombrado tiene claro que no es tan importante retener a alguien como acertar con la identidad de quien lo habrá de sustituir

(A partir de este punto, considérese que todo lo que aquí se escriba sobre Pablo Sarabia podría ser aplicado a Wissam Ben Yedder con innúmeros matices, uno de ellos muy sustancioso: los más de veinte millones de euros de diferencia en sus respectivas tasaciones. No son hermanos gemelos, claro, pero llegaron al Sevilla el mismo verano a un precio que hoy consideramos de saldo y saldrán, más probablemente uno que otro, en las próximas semanas.)

Debido a su aspecto de escolar aplicado, de Sarabia afirma un contertulio dominical con dosis idénticas de tino y mala uva: “Es el mejor en su clase de 4º de ESO. Cuando juega contra los de Bachillerato, ya le cuesta más”. Que Sarabia sea uno de los mejores jugadores del actual Sevilla dice mucho… y mucho malo, del propio Sevilla. La afición lo aclama, porque sabe que no se debe escupir en la sopa, con idéntico entusiasmo con el que aclamó a Tsartas, Olivera y al portero Monchi durante su campaña por Las Gaunas o el Cerro del Espino. La prensa alaba a Sarabia por comparación con el Mudo Muriel, el Lacio Vázquez, el Fideo Gnagnon, el Saltimbanqui Promes, el Gruyere Kjaer o la Centella Vidal. ¿Sobre quién, si no, verter loas en una tarde de victoria? Pero eso no significa que merezca la pena el esfuerzo que supondría retenerlo.

No caeremos en la clásica falacia argumental del “post hoc ergo propter hoc”, es decir, no achacaremos precisamente a Sarabia la evidencia de que el declive del Sevilla coincidió con su llegada. Repito lo de COINCIDIÓ CON, que es lo que pone donde los maledicentes preferirían leer SE DEBIÓ A. Al contrario, es posible que sobre Sarabia recaiga, justamente, un estimable porcentaje de la responsabilidad de que el declive no haya degenerado en derrumbe. Sin embargo, parece probado que las grandes metas que persigue el Sevilla no serán alcanzadas con Sarabia en un rol protagónico. Se observa, además, a tenor de la soldada que reclama (con toda legitimidad) su representante, que Sarabia no aceptaría un papel de reparto en caso de quedarse, ya que el dineral que pide no es compatible con ello. De modo, ha concluido el director deportivo Monchi, que dejó de ser importante hace bastante tiempo el retener o no a Sarabia. “Elcafé-lacuenta-gracias-buenastardes”. Lo importante es que lo sustituya un Palop, como poco un Notario, y no un Mudo ni un Lacio ni un Saltimbanqui ni tan siquiera Joan Jordán. 

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