Nuestras Firmas: Lucas Haurie

La salud de los trabajadores, sí, ¿de cuáles?

El tackle

Lucas Haurie
12/03/2020

Debemos a don Javier Tebas, hombre rotundo y difícilmente domable, la conversión de la quincallera Liga de Fútbol Profesional en una marca global, poderosa, respetable en todo el orbe con un producto increíblemente atractivo que, acaso, sólo mira desde abajo a la Premier y a la NBA. El pugnaz ejecutivo acumula méritos tan estimables como haber propiciado el aumento exponencial de los presupuestos de todos los clubes, no sólo de los de siempre, y de haber cabreado a los dos actores más odiosos del balompié patrio: el duopolio merenculé (o culerengue, si lo prefieren) y la lacra ultra. Además, libra una guerra permanente con Luis Rubiales, esa fuente de conflictos andante que ni por prescripción facultativa se anima alguna vez a transitar por la vereda de la decencia. Por estos motivos, entre otros, merece Tebas el tratamiento de “don” y por eso ha resultado doloroso verlo claudicar ante los pregoneros del apocalipsis. “Gozan viendo caer a un gigante entre las zarzas. ¡Maldita sea la Humanidad!”, cantó no sé quién.

La Liga era el último dique de contención contra el pánico, o sea, la última brizna de normalidad a la que iban a agarrarse los resistentes que quisieran combatir la dictadura del miedo, que es la peor de las tiranías, pero las presiones que ha recibido Tebas han sido del todo insoportables. De la rendición del bastión nos apena más la derrota de lo que nos decepciona su último defensor, cuya soledad lo convierte de por sí en un héroe. Al frente de la manifestación de los demagogos, aunando alarma gratuita con pingüe beneficio económico, han figurado los medios de comunicación. En este caso concreto, secundado por el alma máter de Rubiales, esa AFE que se ha comportado en la mejor tradición del sindicalismo aprovechado y desleal (del único sindicalismo que se conoce en España, en efecto). “Los futbolistas también somos personas”, han proclamado campanudos estos espartaquistas del balón, y por eso reclaman el derecho a la cuarentena (preventiva y pagada) que niegan a la legión de trabajadores que los sirven en su quehacer diario. ¿Se queda casa la nanny del hijo del portero? ¿Toma vacaciones el jardinero del central? ¿Descansa la mucama del lateral izquierdo? ¿Teletrabaja el cocinero del ariete? ¿Libra el chófer del interior diestro? ¿Empuña el pivote la fregona para evitarle riesgos a la limpiadora? Ellos no son personas, claro que no.

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