Nuestras Firmas: Lucas Haurie

La ruina que (todavía) no es

El tackle

Lucas Haurie
27/09/2023

Antes de que sepamos, siquiera intuyamos, si la irrupción deslumbrante de Dodi Lukebakio tendrá gozosa continuidad o será flor de un día –salida de purasangre y parada de burro, se decía sobre los efectistas escaladores colombianos que empezaban a venir a Europa mediados los ochenta–, ya hay sevillistas lamentando su traspaso a precio de saldo el próximo verano. ¿Y por qué no en enero? Decididamente, al Sevilla le han inoculado el veneno de la amargura y ya es puntería que la goleada al Almería haya llegado en jornada intersemanal. Ahí se yergue el Barcelona para borrar sonrisas el mismo viernes antes de “jugarse la vida” –no hay drama sin grandilocuencia– el martes en Eindhoven. Música celestial para los cenizos.

Por casualidad, pues la cita se había fijado antes, siguió a la balsámica victoria una reunión entre el vicepresidente Del Nido Carrasco y el periodismo para intentar ponerle una mirada adulta al denso asunto de la economía del club, principalmente, pero también a todo cuanto engloba la palabra-comodín “gestión”. La empresa no es sencilla cuando su padre y opositor, que conserva entre sus virtudes una notable habilidad para la agitación, ha simplificado el mensaje hasta la unidad mínima de la letanía populista: “Todo es un desastre y yo lo arreglaría en un cuarto de hora”.

Y, claro, la concomitancia entre los amargados del primer párrafo y el agitador del segundo incomoda a los actuales dirigentes del Sevilla que, sin embargo, yerran al vivir más pendientes del ruido de la calle que de las necesidades del club. Esta obsesión ha propiciado una evidente crisis de liderazgo que se empezará a paliar de aquí a ocho o diez semanas, cuando se produzca el relevo en la presidencia y los defectos de Pepe Castro empiecen a desvaírse para que aflore al recuerdo su luminoso balance: diez años con pleno de clasificaciones para Europa, siete Champions, cinco títulos continentales y otras nueve finales disputadas tienen atravesadas en la garganta un batallón de clasistas hispalenses. ¡Caramba con el cateto! ¡Hay que joderse con el camarero!

Porque sería falso de toda falsedad proclamar que las cuentas del Sevilla son boyantes, desde luego, pero tampoco es fidedigna la versión catastrófica e interesada que cuenta la contraparte, encastillada en la miserable táctica del “cuanto-peor-mejor” como única vía de acceso a la poltrona. Por más que moleste a los hombres de fútbol (a quienes conviene hacerse los tontos y/o justificar los malos resultados en falta de recursos allegados por la superioridad), la primera obligación del dirigente sevillista hoy es el reequilibrio presupuestario porque la persistencia en el gasto atolondrado será lo que traiga la bancarrota. Uno entiende, porque además es una postura legítima, que al hincha le importe una higa todo esto. Pero no se puede dirigir un club con las tripas ni debería el periodismo dimitir de su obligación de explicarlo.

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